Cuento 1
“La mujer del barro”
Todo sucedió en un pueblo de alfareros. Uno de esos pueblos que todavía sobreviven, cuestionando al hombre cotidiano, a lo largo y ancho de la cordillera andina. Todos sus habitantes trabajaban el barro como si fueran pequeños dioses dando vida a las cosas. Porque el barro está ligado al hombre desde su origen, se reconozca o no su paternidad.En ese pueblo del que hablo, vivía una mujer que fabricaba los mejores cacharros, las mejores y las más cantarinas vasijas, una suerte de pájaros sonoros que parecían encerrar la luz.
Como sucede en todas partes, desde que el mundo es mundo y si no qué va a ser, otra alfarera envidiaba los cacharros que fabricaba la mujer del milagro. Entonces resolvió adoptar una actitud acorde con sus sentimientos: se convirtió en espía, para saber si existía algún secreto, alguna forma especial en la obra de la mujer del barro.
Pacientemente, durante horas y horas, las mismas y pacientes horas que emplean los espías y delatores, vigiló el taller de su rival. Nada; no pudo descubrir nada. Porque el barro era el mismo y la mujer lo amasaba cantando; la mezcla era la misma y la mujer la trabajaba cantando; el modelado era el mismo y la mujer acariciaba el barro cantando, el cocido era el mismo y la mujer encendía la leña cantando. Nada, ni los colores que semejaban sangre y oro y que la mujer pintaba cantando, tenían la mínima diferencia.
Desesperada, la alfarera envidiosa robó un cántaro de luz de la mujer y lo llevó a su casa para descubrir el secreto.
Una vez sola, encerrada como se encierrran los que carecen del sentido de homenaje a la vida, del diálogo, de semejanza y del humor, rompió la vasija de un solo golpe.
El hombre, en definitiva, no es tanto misterio. Lo que sucede es que a veces no alcanza a comprender las cosas y se altera su forma de vivir. Un pensamiento es más fuerte que la historia porque es capaz, precisamente, de torcer su curso. Y todo porque entonces, del interior de la vasija, de cada pedazo roto, salió el canto de la mujer que trabajaba cantando. Esto es muy simple y muy claro: sólo lo que se hace con amor es perdurable. Una tía muy vieja que tengo dice: seguro que cuando Dios hizo al hombre, estaba cantando.
Extraído de: QUINTANA, Hamlet Lima: CUENTOS PARA NO MORIR. Editorial El País. Bs. As., 1990.
Corto Animado "La Ollera"
Basado en una leyenda del Amazonas.
La Ollera from Juan Manuel Costa on Vimeo.
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